¿Por qué colechamos? ¿Por qué duermo con mis hijos?

 

Antes de tener a mis hijos, ni me planteé dormir con ellos. De hecho, para mi primer bebé, compré una preciosa cuna blanca lacada. Parecía perfecta… pero, curiosamente, terminó vendida dos meses antes del nacimiento de mi último bebé.

Y es que la maternidad te cambia en muchos sentidos, y dormir con mis hijos ha sido una de las experiencias más bonitas, aunque también un verdadero desafío.

 

Cómo empezó todo

 

Comencé a colechar por necesidad. Mi primer hijo lloraba cada vez que lo dejaba en la cuna, y yo, agotada de tantas noches en vela, terminaba quedándome dormida junto a él después de darle el pecho.

Intenté durante meses que durmiera solo. Pero, después de cinco meses de batallas nocturnas, decidimos que lo mejor era que durmiera entre su padre y yo, donde todos estaríamos más tranquilos.

Al final, lo práctico se convirtió en lo emocional: descubrí que me encantaba tenerlo cerca.

Por qué me gusta dormir con mis hijos

Colechar no es solo práctico, es también una forma de crianza que nos da seguridad y conexión. Aquí tienes algunas de las razones por las que sigo eligiendo dormir con ellos:

  • Me siento tranquila teniéndolos cerca. Si vomitan, si tienen fiebre o cualquier malestar, estoy ahí para anticiparme o consolarles. Aunque, a veces, la cama termine manchada, lo importante es que me tienen a su lado.
  • Si tienen sed, les doy agua de inmediato. Evitamos que se despierten del todo o lloren, lo que nos garantiza un descanso más continuo.
  • Les reconforta estar cerca. Cuando tienen pesadillas o algún susto nocturno, mi presencia les calma enseguida.
  • Su felicidad es evidente. No hay nada más bonito que sentir cómo se abrazan fuerte a ti, sonríen y se quedan dormidos sabiendo que mamá y papá están ahí.

Además, durante los años de lactancia, el colecho ha sido una bendición. Amamantar a demanda, sobre todo por la noche, es mucho más cómodo y natural.

Aunque, claro, eso significa pijamas deformados, noches con «la teta al aire» y posturas que me dejan el cuerpo como si hubiera dormido abrazada a un tronco. Pero, al final, todo vale la pena.

 

porto Dragonfly - Farewell To The Sun
Portabebé ergonómico

 

Rompiendo tabúes

 

Hace algunos años, hablar de colecho era casi como un secreto. Muchas mamás no se atrevían a decir que dormían con sus hijos, por miedo al juicio o porque les hacían creer que era «malo». Pero ahora, cada vez somos más las que hablamos abiertamente de ello.

Dormimos con bebés, niños de cinco, siete o incluso diez años. Damos el pecho a niños «grandes» de cuatro años o más. Y sí, seguimos desmontando mitos. Porque lo que realmente importa es lo que funciona para cada familia.

 

Las desventajas (porque también las hay)

 

Dormir con los hijos no siempre es fácil. Al principio, con uno es manejable. Pero cuando tienes más de uno, las cosas se complican:

  • El espacio nunca es suficiente. Entre un bebé que mama, un niño que quiere estar pegado a mamá y las inevitables interrupciones nocturnas, el caos está garantizado.
  • Los padres acaban desplazados. Mi marido ha terminado en más habitaciones de las que puedo contar, mientras yo me quedo con el bebé o los niños en la cama grande.
  • El sensor infalible de los niños. Intentar levantarse temprano para trabajar o hacer algo en silencio es misión imposible. En cuanto te mueves, ¡se despiertan todos!
  • Las posturas imposibles. Dormir entre camas, con un pie aquí y un brazo allá, es una habilidad que desarrollas a base de práctica (y muchas contracturas).

Y cuando la familia crece…

Con tres hijos, la logística del sueño se vuelve una auténtica aventura.
Mi segundo hijo, que estaba acostumbrado a dormir conmigo, tuvo que «compartirme» cuando nació su hermana.

Fue difícil para él. Pero aquí es donde entra en escena el papá, con toda su artillería de cuentos y abrazos, para suplir mi ausencia.

Al final, terminamos haciendo malabares: yo con el bebé, los niños en otra cama con papá, y la cama de matrimonio como un espacio temporal que nunca sabes quién ocupará.

Y aunque parezca un caos, hay algo hermoso en todo esto: saber que mis hijos buscan mi cercanía, mi calor, mi seguridad.

 

Es solo una etapa

Dormir con nuestros hijos es parte de su crecimiento, una etapa más de su vida y la nuestra. Igual que un día dejan de abrir cajones, de pedir chocolate con lágrimas en los ojos o de jugar solo con coches, llegará un momento en que nos digan: «Mamá, quiero dormir solo.»

Ese día sonreiré y le diré: «Claro, cariño, me parece perfecto.»
Pero por dentro… lloraré un poquito, porque mi «niño pequeño» habrá crecido.

Mientras tanto, seguiré disfrutando de sus abrazos nocturnos, de sus sonrisas soñolientas y del caos que supone colechar y durante el día te recomiendo portear a tu bebé en un portabebé ergonómico que le dará mucha seguridad.

Porque sé que este tiempo pasará volando y, aunque ahora me parezca agotador, un día lo echaré de menos.

 

 

 

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