«Un parto puede sanar otro», me sonó como una frase poética cuando lo oí por primera vez y no comprendía cómo podía ser, pero me ha sucedido.

«No comprendo porque algunas mamás sentís culpa tras el parto» me comentaba una matrona en el hospital.

Durante mucho tiempo sentí culpa de mi segundo parto, con mi tercer embarazo temblaba de pensar en volver a pasar por lo mismo.

Con Mateo buscaba un parto más respetuoso, más natural, puesto que en mi primer parto fui a ciegas, además había recibido más información acerca de cómo parir sin epidural.

¿Qué sucedió?

En  una habitación helada o al menos así la percibía, tumbada y controlada por las correas. Me negué a que me pusieran la epidural, pero el cansancio y presión externa, hacia que obstinarme en no aceptar que me la pusieran, no fuera nada fácil.

Me llevó un matrón, que  ayudó a su mujer a parir en casa a sus dos hijas.

Pero mi situación no era la misma. Sentí tanto dolor que al final tras horas con fuertes contracciones, acabé gritando  «la epidural»y paralizó el parto que ya estaba en camino. Nació mi segundo hijo. Pero yo me sentí mal, por no poder parir sin epidural, mal porque sentí que no pude sin más, que no toleré el dolor.

¿Y el tercer parto?

Con mi tercer embarazo me rodeé de mamás que  habían parido sin epidural. Llegó el día y me puse en contacto con una amiga doula de Teruel, me fue ayudando vía telefónica » Lo mejor que te quedes en casa tranquila, relajada y cuando tu lo desees ves al hospital».Otra amiga, Blanca, esa noche me aconsejó » Tomatelo como que es un trabajo que debe hacer el cuerpo antes de dar a luz,  como una preparación.»

¿Y sanó tu anterior parto?

Así que a las diez de la noche con contracciones cada 15 y 10 minutos, me puse el pijama y me fui a la cama a dormir, cuando podía y a relajarme.»Que bien se está en mi cama calentita, no quiero ir al hospital, y luego pasar dos noches allí, quiero estar en mi casa», y cuando no pude más a las tres de la mañana nos fuimos al hospital, y para no repetir la experiencia anterior, si pedí la epidural, con 6 cm. de dilatación. Ya sin sentirme mal por ello, sentía que había aguantado muy bien las contracciones pero no quería partirme en dos como me pasó la última vez con cada contracción.

Y nació Sofía.

En tres horas dí a luz a mi hija, Sofía. Me emocioné cuando me la pusieron sobre mi cuerpo fue una experiencia preciosa.Fue un parto maravilloso.

En muchas ocasiones queremos «hacer» sin estar preparadas para ello.

 

¿ Cómo es posible sentir culpa?

 No resulta tan extraño ese sentimiento, no estamos preparadas para sentir tanto dolor, no estamos «programadas» para dar a luz en un ambiento tan frío, incómodo, antinatural,  que parece todo más bien sillas de tortura y posturas poco respetuosas, puede ser normal sentir que hemos fracasado cuando nuestras expectativas eran otras y sentir que no pudimos hacerlo.

¿Que pasa en nuestra sociedad actual?

Nos hablan muchas matronas o amigas de que se puede parir sin epidural, pero quizás más apoyo en esos momentos y más información si queremos un parto más respetado y no tan medicalizado sería necesario en la actualidad.

Con el porteo puede pasar algo similar, en nuestra sociedad no «es lo normal», por lo cual no sabemos hacerlo con destreza colocar un portabebé. Y acabar sin portear por desconocimiento o por no saber dónde recurrir puede generar culpa, en esta sociedad dónde portear se está apoyando tanto y se habla de lo beneficioso que resulta para el bebé.

Puede que haga falta normalizar lo que resulta natural y ofrecer  más información.

Si sientes que no te sale o que estás fracasando en colocarte el portabebé no dudes en consultarme las veces que haga falta.

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